lunes, 13 de febrero de 2012

“Refundar La Escuela, ¿Una teoría utópica o una práctica educativa aún no descubierta?”

La sociedad mundial ha venido enfrentando cambios desde todos los órdenes sociales; en consecuencia,  ha generado una necesidad imperante del hombre en superar, igualar o adecuarse a tan drásticos  y repentinos cambios.   Ahora bien, muestra de ellos es la educación; quien no escapa y muy por el contrario agudiza cada día más su esencia de ser; pues se ha convertido tristemente en quién la representa (escuela), solo un espacio físico que sí bien es cierto en teoría ha pretendido cambiar o por lo menos equipararse a los cambios, sigue cargada de intereses individualistas, que ha venido viviendo y subsistiendo únicamente por cumplir de forma inmediata ante la sociedad, como pre-requisito a la coexistencia; obviando y olvidándose en los sujetos, su manera de pensar, sentir y vivir antes, durante y posterior a un aula de clase. 

Ante esta situación, en Latinoamérica colapsa en mayor magnitud y cada vez más la educación; pues aunada a la crisis per se que vive la escuela tradicional se encuentra la constante copia fiel de políticas, modelos y métodos ajenos a nuestra realidad; desfasando por completo el deber ser con el verdadero hacer. En tal sentido, considero justo y necesario tal como lo plantea Carlos Díaz en su libro “Refundar la Escuela”, establecer nuevas y mejores medidas para que la escuela de hoy se plantee una nueva visión de vida, que vaya más allá de los simples cambios estructurales o curriculares y se convierta en consecuencia la “Escuela del mañana”.  Por lo tanto, el cambio que se requiere es aquel donde las políticas de las instituciones, la estructura mental de los docentes se ajusten a la realidad palpable, donde se deje a un lado la pobreza mental de seguir creyendo que somos dadores de clase, donde dejemos a un lado el “enseñar y explicar sin ni siquiera pensar en cómo se aprende” y enfatizar el hecho de concebir al niño como un ser pensante, critico, con aprendizajes y experiencias previas, y del compromiso que debe existir en la triangulación de los actores activos en el sistema (escuela, niño, comunidad).

Ahora bien, entendiendo que la educación es una actividad que naturalmente acontece a lo largo de la existencia, en diferentes espacios, a través de una variedad de experiencias y en un sin fin de momentos, para satisfacer las necesidades y aspiraciones de las familias y las personas; y que muy a pesar de que se copia modelos extranjeros no se debe descartar de ningún manera los métodos aprendidos (conductista-constructivista); ni mucho menos estos modelos; sino más bien fomentar y apegarse a la flexibilidad de los diseños curriculares, al análisis y comprensión y discernimiento entre lo bueno y lo malo, y la oportunidad de llevar a la práctica postulados originales (Paulo Freire), en función de proveer un educación humanista de calidad; que busque no sólo la continuidad educativa o articulación entre los niveles, etapas y programas instituciones,  sino también que articule el sistema de enseñanza-aprendizaje con los todos demás sistemas y ámbitos económicos, políticos y culturales, más aún con el buen desarrollo en y para la sociedad.

Por consiguiente, el docente hoy día debe perseguir dentro de su praxis y ética profesional una continua formación que le permita desarrollar el conocimiento y respeto por el estudiante como ser único, con capacidades, habilidades y experiencias previas, con una amplia formación formal e informal; que le ubique en un estándar útil y a la  par con los cambios radicales y consecuentes de la sociedad a nivel local y mundial.  Que además, integre las necesidades sociales, culturales del niño, su entorno y la sociedad con los métodos y procedimientos necesarios para desarrollar de este modo las capacidades, destrezas sin perder ni obviar el factor fundamental de los mismos (valores y actitudes) ni desvirtuar la idiosincrasia de todos; apostando a la esperanza de construir pensamientos, conocimientos, sentimientos y actitudes ante y hacia una nueva sociedad que parte desde el elemento más fundamental, útil y necesaria “La Escuela”.

Para finalizar, y en base todo lo antes expuesto considero importante preguntarse: ¿Acaso esto sólo está en papel? ¿Cuántos de nosotros los docentes hacemos uso y práctica de estas concepciones? ¿Qué nos limita? ¿Refundar la Escuela es un sueño o una realidad diaria del docente comprometido?   Quizás son más las interrogantes que se pueden presentar; más sin embargo, considero que en la praxis diaria todo aquel docente comprometido no sólo sueña con Refundar la Escuela sino  también la construye, la edifica en el corazón y vida de cada niño, cada estudiantes que llega a nuestras aulas.  De allí la importancia de seguir creyendo que más que alumnos son seres que sienten, padecen y necesitan, que somos nosotros los docentes quienes dejamos y marcamos huellas para bien o para mal en ellos, y mejor aún somos corresponsables de la formación de los hombres y mujeres del mañana.
Damiana R.

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